«La educación infantil… debe entenderse como un derecho —no como una obligación— que tiene toda la infancia a poder participar en situaciones educativas, distintas a la familiar, que sirvan para promover su desarrollo».
Es bien sabido que existen diferentes visiones sobre la infancia y sobre la educación en estas primeras edades, que en general son consecuencia de diversos puntos de vista. Para algunos, los cambios sociales y culturales producidos en las últimas décadas, así como la investigación en el campo de las ciencias humanas y sociales han extendido ideas sobre la infancia en nuestra sociedad que han modificado la forma de entender y atender los primeros años de la vida, una realidad que puede estar sujeta a interpretación y que algunos sectores sociales y profesionales se resisten a admitir en toda su dimensión.
Esta doble perspectiva exige a las personas adultas mirar a las niñas y los niños de 0 a 6 años, no como proyectos de persona, a los que hay que formar, enseñar,modelar, llenar, en suma, enseñarles todo, sino como personas activas y protagonistas de su propio desarrollo, a las que hay que escuchar para favorecer al máximo su potencial y su manera de descubrir y relacionarse
con el mundo.
Un conocimiento que plantea grandes retos a la escuela infantil, que no puede ser concebida como un espacio y un tiempo de transmisión de enseñanzas y conocimientos, sino como un espacio y un tiempo para apoyar, favorecer y potenciar el pleno desarrollo de las capacidades de
los pequeños. Una escuela que sepa respetar y potenciar su presente es la garantía de que puedan afrontar su futuro en una sociedad de la que hoy tan poco conocemos.
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